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Entrevista

Pankaj Mishra: "Gaza es una profecía de la barbarie del futuro, como lo fue la Guerra Civil española en el siglo XX"

El novelista y ensayista indio publica ‘El mundo después de Gaza’, un estremecedor y certero análisis que toma este conflicto como punto de partida para un nuevo orden moral. "Los derechos humanos y la democracia podrían quedar relegados ante la rapacidad de las nuevas potencias globales"

El ensayista y novelista indio Pankaj Mishra.
El ensayista y novelista indio Pankaj Mishra.Horst Friedrichs /Alamy
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A finales de febrero del año pasado, el novelista y ensayista indio Pankaj Mishra (Jhansi, 1969) publicó en la London Review of Books un ensayo en el que reflexionaba sobre la deriva que estaba tomando la invasión israelí de Gaza tras los crueles atentados del 7 de octubre perpetrados por Hamás. "Lo que parecía un episodio más de este largo conflicto se estaba convirtiendo en un genocidio. Era casi imposible ver las noticias día tras día, esos vídeos de padres sosteniendo los cadáveres decapitados de sus hijos, sin sentir que algo estaba cambiando para siempre", explica el autor de De las ruinas de los imperios, La edad de la ira o Fanáticos insulsos a EL MUNDO desde su casa de Londres.

Miembro de la Royal Society of Literature y colaborador habitual de medios como New York Times, New York Review of Books, The Guardian o New Yorker, Mishra encauzó su "impotencia e indignación" en El mundo después de Gaza (Galaxia Gutenberg), un certero análisis que, repasando la historia global de las últimas décadas y aportando su valiosa visión globalizadora, toma este conflicto como el punto de partida de un nuevo orden mundial en el que la moralidad occidental construida tras el Holocausto hace aguas, dejándonos a merced de un nuevo imperialismo rapaz y destructor. "Este libro fue en realidad una forma de afrontar esta avalancha interminable de atrocidades que creo que ningún ser humano en la historia ha presenciado antes", argumenta. "¿Cómo podemos permitir que ocurra este tipo de barbarie? Esta es la pregunta que me propuse responder en este libro".

En este ensayo explica que el Holocausto se tomó como medida moral de lo inhumano en Occidente, pero también el uso político que se le ha dado, ¿cómo fue la construcción de ese mito y por qué primó sobre otros genocidios igual de terribles?
A pesar de su inconcebible volumen, el Holocausto es uno más de una larga lista de genocidios, aunque el término naciera gracias a él. Su importancia radica en que los muchos otros genocidios de la historia reciente nunca interfirieron con la imagen que los países europeos querían tener de sí mismos. Las potencias europeas podían ignorar fácilmente esas matanzas fruto del imperialismo y el colonialismo porque ni ocurrieron en su territorio ni afectaron a pueblos que consideraban étnicamente similares. Por otro lado, la construcción del fenómeno es interesante, pues apenas se hablaba del Holocausto antes de la década de 1960, cuando empezó a ser valorado tanto en Israel como en Estados Unidos. Curiosamente, cuando Israel se convierte en la mayor potencia militar de Oriente Medio, un país con armas nucleares, y también en una potencia colonialista activa.
¿Es entonces cuando, como dice, esta memoria se corrompe, se vuelve una excusa?
En efecto. Desde ese momento en el que Israel se vuelve agresor, se da una terrible paradoja: Israel afirma ser una nación fundada para brindar refugio a los supervivientes del Holocausto y para que éste no vuelva a ocurrir, pero al mismo tiempo el país, cada vez más poderoso y menos amenazado, comienza a cometer un genocidio contra otro grupo de personas. La memoria individual es algo privado y transmisible a los descendientes y a todo el mundo, cuyo valor reside en la experiencia, en la vivencia. Por eso es incuestionable y precieada. Pero la memoria colectiva es algo construido deliberadamente por los Estados, los partidos político o los movimientos sociales, y siempre sirve a un objetivo ideológico, político o particular, a un fin específico. La memoria colectiva nunca es histórica ni políticamente inocente, como la individual.
Exploras la deriva de Israel desde la Declaración Balfour y los sueños de un Estado progresista y de izquierdas, hasta el actual Estado imperialista y genocida de Netanyahu. ¿Cómo ha sido esa evolución y la percepción internacional de este largo y radical cambio?
Es realmente interesante advertir que personas como Jean Améry y Primo Levi, supervivientes de Auschwitz, o Hannah Arendt y Alfred Kazin, y muchos otros intelectuales judíos que cito en el libro, ya criticaban esta deriva de Israel en una época en la que no estaba tan dominado por etnonacionalistas de extrema derecha y todavía existía un Partido Laborista muy fuerte [disuelto en julio de 2024]. En aquellos años, Israel era sociedad democrática, sí, pero estos pensadores reconocieron claramente ciertas tendencias, ciertos rasgos dentro de la sociedad y la cultura israelíes, que les resultaban muy inquietantes. Netanyahu, por supuesto, es la culminación monstruosa de todas esas tendencias. He aquí un hombre que, como saben, quiere aferrarse a su propio poder, y para ello hará cualquier cosa. Por ejemplo, librar una guerra sin cuartel, cuando en el pasado dio dinero para apoyar a Hamás, porque le interesaba fomentar el relato del enemigo. Hoy tenemos a decenas de miles de israelíes manifestándose en su contra porque ven claramente quién es su líder, pero por el contrario apenas se oyen críticas de algunos de los líderes e intelectuales occidentales más destacados.

"Netanyahu es la culminación monstruosa de las tendencias ultranacionalistas israelíes, que llevan décadas acechando"

¿Y a qué se debe este apoyo de occidente a las políticas cada vez más radicales de Israel?
Es cierto que hay líderes europeos que han sido extremadamente críticos, pero no se me ocurren muchos líderes europeos que hayan tenido el valor de decir: "Por favor, paren, lo que están haciendo es un crimen de guerra". Creo que se debe a que desde hace ya varios años Europa se ha estado desplazando hacia la derecha. Salvo países que vivieron largas dictaduras, como España y Portugal, y quizá Irlanda, por otros motivos, los países centrales de Europa como Alemania, Francia e Italia, se están desplazando hacia la extrema derecha. Así que, a medida que cambia su cultura política, encuentran cada vez más afinidades con un gobierno cada vez más derechista en Israel. Pero esto es sólo la mitad de la cuestión, la otra parte se basa en razones muy cínicas, puramente económicas, que tienen que ver, principalmente, con la venta de armas.
En este sentido, dedica un capítulo del libro a la especial relación de Alemania con Israel. ¿Cómo es concebible que un país donde Alternativa para Alemania tenga tantos votos estés prohibidas las manifestaciones propalestinas?
Es un buen ejemplo, pues Alemania es el segundo mayor vendedor de armas a Israel, así que ganan mucho dinero de esta manera. Pero, además, está postura tan aparentemente incómoda pueden disfrazarla de virtud, algo que llevan haciendo casi desde la fundación de la RDA y el gobiernio de Adenauer. Ya sabes, eso de "estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad hacia la población judía a la que asesinamos en la década de 1940". Es muy inquietante que haya elementos dentro de Alemania que se sienten muy identificados con el gobierno de extrema derecha, que quieren proyectar cierto tipo de neonazismo reprimido en Alemania sobre el Estado de Israel. Gente que piensa el Holocausto fue un detalle menor y que no deberíamos obsesionarnos tanto con él. Hay muchos elementos neonazis en Alemania que también sienten una gran identificación emocional con un régimen israelí que no respeta en absoluto el derecho internacional y que puede hacer lo que quiera y salirse con la suya. Algo que no es exclusivo de Alemania. ¿A nadie le parece extraño, por no decir atroz, que los mayores defensores europeos de Israel sean gente como Viktor Orbán, Marine Le Pen, Matteo Salvini o Santiago Abascal?
Hablamos de Europa, pero es curioso como apunta en su ensayo que durante décadas Israel fue un modelo para muchos países recién independizados. ¿Cómo fue la relación de Israel con los países descolonizados del Sur global y cómo ha cambiado?
En sus primeras décadas Israel intentó establecer buenas relaciones con países de África y Asia, porque sus líderes, que se consideraban en cierto sentido adalides del anticolonialismo, reconocieron que estos países adquirirían cada vez mayor importancia. En tiempos de Kennedy, Israel, que ya comenzaba a practicar una especia de apartheid, era un país mal visto en la Casa Blanca, pero tras el furor de la descolonización, a partir de los años 70, Israel empezó a acercarse mucho más a los países occidentales, especialmente a Estados Unidos. Hasta el punto de que en 1975 India, China e Indonesia firmaron una declaración de la ONU en 1975 en contra de Israel. Hoy las relaciones son complejas, pero la India ultranacionalista actual le apoya y China es su segundo socio comercia. Por el contrario, Sudáfrica le ha denunciado por genocidio en el tribunal de La Haya. Y no será el único, porque muchos países de Asia y África, tampoco de Latinoamérica pueden tolerar el colonialismo occidental, un gobierno expansionista, violento y genocida, en 2025. Así de simple. Israel nunca será aceptado como un Estado-nación normal hasta que deje esta guerra y permita la creación de un Estado palestino.

"¿A nadie le parece extraño, por no decir atroz, que los mayores defensores de Israel en Europa sean Orbán, Le Pen o Salvini?"

Ahora que habla de necolonialismo, usted es muy crítico con este nuevo imperialismo que hace oídos sordos a los derechos humanos, ¿hacia dónde nos conduce este clima moral?
Nos enfrentamos a un futuro bastante sombrío, sin duda, no hay forma de edulcorarlo. Los Estados Unidos de Donald Trumphan prescindido por completo de cualquier disfraz moral y son descaradamente explotadores y rapaces: quieren Groenlandia, convertir Gaza en una especia de "Rivera" de Oriente Próximo y que Canadá sea el estado número 51. Lo estamos viendo en las negociaciones con Putin por la paz en Ucrania, donde ambos presidentes parecen dos mafiosos repartiéndose un negocio. El mundo ha regresado a las décadas del darwinismo social del siglo XIX, donde básicamente se luchaba con otros países por más territorio y recursos. Y no olvidemos que esa rivalidad imperialista fue lo que condujo a dos guerras mundiales. Cuestiones como los derechos humanos y la democracia podrían quedar relegadas a un segundo plano.
Si volvemos a vivir en un mundo de potencias coloniales, de nacionalismo y de Guerra Fría, incluso de alarma nuclear, ¿no hemos aprendido nada de los últimos 50 o 60 años?
La historia no ofrece soluciones ni nos hace más sabios. Es más, la mayoría de la gente extrae lecciones equivocadas. Puedes leer una biografía de Napoleón o de Hitler y pensar, como mucha gente hace, que sus políticas son la manera de hacer fuerte a su nación. Tristemente, no creo que la gente extraiga de la historia la lección de que hay que aprender a coexistir con personas diferentes y que hay que compartir este planeta, ya amenazado por los desastres climáticos. En lugar de centrarnos en eso, estamos desmantelando todos los logros de las últimas décadas.

"El mundo ha regresado al darwinismo social del s. XIX, esa rivalidad imperialista que nos llevó a dos guerras mundiales"

Esta semana hemos visto el fin de la tregua y la reanudación de la destrucción de Gaza, ¿cuál será el fin de este conflicto y qué supondrá para el mundo?
La barbarie ocurrida en Gaza, donde esta misma semana han sido asesinados 180 niños en un sólo día, es un oscuro presagio, una profecía cruel de desastres mayores que se avecinan. Yo lo comparo con lo que fue en el siglo XX la Guerra Civil española, en la que participaron algunas de las peores dictaduras de la época. Fueron las bombas de Hitler las que destruyeron Guernica, y creo que para para nuestra generación y para las venideras, los vídeos que llegan de Gaza tendrán la misma trascendencia y resonancia que el cuadro de Picasso para la gente del siglo pasado. Aunque es cierto que hoy existe tanta sobreabundancia de imágenes y vídeos crueles que nuestras sensibilidades están adormecidas, y quizá ni siquiera estamos preparados para impactarnos por algo así.
Sin embargo, en el epílogo habla con esperanza de esa generación para la que esta guerra supondrá una lección moral. ¿Es optimista con el futuro a largo plazo, ese momento en el que estos jóvenes manden?
La inacción y el cinismo que vemos en quienes ocupan hoy puestos de poder e influencia, ya sea en la política, la academia, los medios de comunicación o el periodismo, por haber permitido que esto sucediera, es una muestra del colapso moral en el que vive Occidente hoy en día. Ha sido un gran trauma para muchos de nosotros y no tengo fe en mi propia generación. Pero sí creo en el papel de los jóvenes, que podrán superar este sentimiento. Tengo una hija de 17 años, y cuando veo las manifestaciones en las universidades de todo el mundo, creo que esa indignación moral, que quizá nosotros ya no podemos aplicar, los llevará a ser ciudadanos más receptivos, personas con un sentimiento más profundo de empatía y compasión por los débiles y los pobres. Es el consuelo que nos queda.